Las vacunas están entre los tratamientos médicos más incomprendidos disponibles en la actualidad. Incluso con la abundancia de información científica disponible evaluada por expertos, la gente aún desconfía de las vacunas y un número creciente de padres se niegan a vacunar a sus hijos. Desgraciadamente, esto ha llevado a una reaparición de enfermedades prevenibles en muchos sitios. Si estás entre los cientos de personas inseguros sobre la verdad, revise estas respuestas científicas a los mitos comunes sobre las vacunas.
Las vacunas no son la amenaza que la gente supone que son. Lea las respuestas de la comunidad médica a los conceptos erróneos y mitos más comunes sobre las vacunas.
Lo que la gente cree sobre las vacunas
Se ha culpado a las vacunas de todo tipo de problemas desde el autismo hasta la intoxicación con mercurio. La verdad, sin embargo, no es tan sensacional. Vistos desde un punto de vista verdaderamente científico, muchos de los mitos comunes sobre las vacunas se caen completamente. Veamos algunos de los rumores más comunes sobre las vacunas:
- Las vacunas causan autismo
- Las vacunas contienen toxinas
- Las vacunas son demasiado riesgosas
- Las tasas de infección son lo suficientemente bajas sin vacunas
- Un bebé no puede tolerar las vacunas
- La inmunidad natural es mejor
1) Las vacunas causan autismo
Esta afirmación tiene décadas de antigüedad y se remonta a un estudio redactado en ese entonces por Andrew Wakefield. A pesar de que sus hallazgos iniciales parecían indicar una relación, y cientos de personas citan su estudio hasta el día de hoy, su conducta durante todo el experimento fue, en el mejor de los casos, poco profesional y peligrosamente negligente en el peor. El tamaño de la muestra de su estudio también fue demasiado pequeño para ser considerado un proyecto de investigación legítimo. Muchos estudios recientes que utilizaron métodos científicos adecuadamente, han demostrado una y otra vez no existe una relación entre vacunarse y desarrollar autismo más adelante en la vida.
Además, esta perspectiva es un poco insultante para cualquiera en el espectro autista y sus familias. Vivir con autismo es un reto, pero es manejable y las personas autistas igual pueden llevar vidas felices y productivas, una oportunidad que no tendrían sin la protección que ofrecen las vacunas. Incluso si existiera una relación demostrable entre las vacunas y el autismo, valdría la pena el riesgo ya que prevendría una muerte prematura debido a una enfermedad prevenible.
2) Las vacunas contienen toxinas
El mercurio, el aluminio y el formaldehído a menudo se promocionan como químicos peligrosos que hacen que las vacunas sean tóxicas. Es verdad que estos químicos son tóxicos en concentraciones suficientemente altas, pero las vacunas aprobadas por la FDA (siglas en inglés de la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos) contienen apenas lo necesario como para que nuestro cuerpo lo note. Por ejemplo, nuestros cuerpos producen naturalmente formaldehído para producir aminoácidos, claramente ni cerca de ser una función tóxica o a un nivel preocupante. ¡La cantidad de formaldehído en una vacuna aprobada por la FDA es incluso menor que la producida por nuestro propio cuerpo! Por otra parte, la cantidad de aluminio presente en las vacunas también es insignificante, menos de lo que normalmente existe en el torrente sanguíneo de un bebé.
Finalmente, las preocupaciones sobre el mercurio en las vacunas vienen del común ingrediente de las vacunas, el timerosal (mercurio etílico), un conservante de vacunas que hoy en día solo se usa en la vacuna contra la gripe. De nuevo, se ha demostrado que éste químico es completamente seguro en la dosis proporcionada por las vacunas. Sin embargo, para aquéllos que todavía están preocupados o son extremadamente sensibles al mercurio, hay versiones de la vacuna sin timerosal disponibles bajo pedido.
3) Las vacunas son demasiado riesgosas
Existe una probabilidad inferior al 1% de enfermedad grave o complicaciones al vacunarse, y una probabilidad aún menor de muerte como resultado directo de la vacuna. Por otro lado, muchas de las enfermedades prevenibles, contra las que protegen las vacunas, tienen una alarmante alta tasa de mortalidad. En pocas palabras, el pequeño riesgo de la vacunación de ningún modo supera a los riesgos grandísimos de rehusarse a protegerse.
4) Las tasas de infección son lo suficientemente bajas sin vacunas
Si bien la mejora dramática de la higiene y la concientización sobre la salud han ayudado a reducir la tasa de infección de muchas enfermedades, la mayoría de las mejoras vinieron por las vacunas, no a pesar de ellas. Para un ejemplo particularmente dramático, consideremos el caso del Haemophilus influenzae tipo B. En 1990, se reportaron aproximadamente 20.000 casos de esta enfermedad. Tres años después, luego de que la vacuna para esta enfermedad estuviese disponible, el número de casos reportados se redujo a 1.500. Los hábitos de higiene no mostraron mejoras importantes durante el mismo período de tiempo; no hay duda de que la mejora drástica se debe a la vacuna.
Adicionalmente, la inmunidad de grupo juega un rol. En pocas palabras, las bacterias y los virus pueden viajar rápidamente en una comunidad pequeña, infectando muchas personas. Sin embargo, si la mayoría de esas personas están protegidas contra la enfermedad mediante la vacunación, no se enferman y, por lo tanto, no transmiten la enfermedad. Esto dificulta mucho la propagación de la enfermedad. Mientras más personas se vacunen, más fuerte es la inmunidad de grupo, y es más difícil que las enfermedades infecciosas se transmitan.
Consejo: Algunas personas, como las personas inmunocomprometidas o aquéllos con problemas graves de salud, no pueden ser vacunados de forma segura. Esa es una de las razones por las que la inmunidad de grupo es tan importante, ya que estas personas dependen de que otros se vacunen para sobrevivir.
5) Un bebé no puede tolerar las vacunas
El sistema inmunitario de un bebé es notablemente resistente y puede tolerar fácilmente el contenido de una vacuna. De hecho, los médicos han estimado que incluso si un bebé recibe todas sus vacunas de una vez, su sistema inmunitario solo usaría menos del 1% de su capacidad total. Los padres no tienen que preocuparse, un bebé que se vacuna no está en peligro.
6) La inmunidad natural es mejor
Finalmente, muchas personas creen que desarrollar inmunidad natural a las enfermedades a través de la exposición es preferible que vacunarse. Ésta es la filosofía detrás del infame fenómeno de la “fiesta de la varicela”. Si bien es cierto que desarrollar inmunidad natural ocasionalmente puede resultar en una protección más fuerte contra la enfermedad, los riesgos simplemente no valen la pena. Por ejemplo, la exposición intencional al sarampión ocasiona varios días miserables de fiebre y molestias graves, la posibilidad de desarrollar problemas más graves como neumonía, y una probabilidad de 1 en 500 de muerte. Por otro lado, la vacuna SPR produce fiebre leve de corta duración, posibles moretones, o rigidez en las articulaciones, con una probabilidad de menos de una en un millón de una reacción alérgica severa o muerte. Incluso con la necesidad de reforzar las vacunas periódicamente, siguen siendo una mejor elección que poner su salud o la de otro en riesgo.
Una elección crucial
Las vacunas son fácilmente uno de los inventos más importantes de la medicina moderna. Sus efectos se pueden ver en todo, desde la tasa de mortalidad infantil drásticamente baja hasta el aumento de la esperanza de vida de la mayoría de los estadounidenses y la casi erradicación de muchas enfermedades mortales. Puede tener por seguro que elegir vacunarse a sí mismo y a sus hijos es una de las mejores y más seguras decisiones que puede tomar.
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